Las tensiones comerciales entre China y la Unión Europea no son nuevas. Desde la adhesión de China a la OMC en 2001, las economías occidentales han expresado preocupaciones sobre prácticas de competencia desleal y violaciones de propiedad intelectual. Sin embargo, en los últimos años, la guerra comercial entre ambas potencias ha alcanzado nuevos niveles debido a los avances tecnológicos y la transición energética mundial.
¿Quiénes son los principales afectados?
El presidente de España, Pedro Sanchez junto al primer mandatario chino Xi Jinping. |
Geopolítica y guerra comercial
Los problemas geopolíticos y las guerras comerciales vuelven a entrelazarse. Sin embargo, las negociaciones entre ambas partes continúan. Aunque tanto la Unión Europea como Estados Unidos se presentan como defensores del libre mercado, ambos aplican actualmente miles de subsidios a sus productos. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), los subsidios a las exportaciones en sectores estratégicos, como el de vehículos eléctricos, representan una amenaza significativa para la competitividad global, al distorsionar los precios del mercado.
Estados Unidos otorga 5.228 subsidios, mientras que China, a la cabeza, ronda los 6.952. Muchas de estas políticas de promoción de exportaciones en forma de subsidios surgieron durante la pandemia del año 2020, con la intención de retirarlas gradualmente una vez superada la crisis. No obstante, lejos de desaparecer, estas medidas han llegado para quedarse y, en algunos casos, se están reforzando.
La Unión Europea enfrenta un desafío crítico: cómo competir con la inyección masiva de subsidios que Estados Unidos destina a su industria energética. Según el informe de competitividad realizado por el ex primer ministro italiano Mario Draghi, la Unión Europea necesitaría invertir 800.000 millones de euros al año para cerrar la brecha que la deja en desventaja frente a las dos potencias comerciales: China y Estados Unidos. El dinero para estas inversiones provendría de la emisión de deuda destinada a financiar estos proyectos.
No solo eso, el documento también resalta la importancia de crear un plan para descarbonizar y mejorar la competitividad. Sin embargo, advierte que esta descarbonización no debe ir en contra de la competitividad y el crecimiento económico, un dilema clave en la estrategia europea para el futuro.
Impacto a largo plazo
Si bien la actual disputa se centra en las baterías para vehículos eléctricos y productos lácteos, el verdadero desafío a largo plazo radica en cómo afectará la transición global hacia energías renovables.
La competencia por liderar esta industria no solo está redefiniendo las relaciones comerciales, sino también la política energética mundial. Europa deberá encontrar una manera de mantenerse competitiva sin sacrificar su objetivo de descarbonización, una línea difícil de caminar.
Comparación con otras disputas comerciales
Esta disputa recuerda a la guerra comercial entre Estados Unidos y China en 2018, cuando los aranceles recíprocos en productos tecnológicos desencadenaron tensiones a nivel global, afectando las cadenas de suministro internacionales y el comercio bilateral. Al igual que entonces, las implicancias de estas tensiones comerciales van más allá de los aranceles, moldeando el futuro del comercio y la política mundial.
A medida que Europa lucha por mantenerse competitiva en un mundo donde China y Estados Unidos dominan el comercio internacional, el resultado de esta disputa podría redefinir el equilibrio de poder económico. La pregunta clave es si Europa logrará encontrar un equilibrio entre descarbonización y competitividad, o si la brecha con las superpotencias seguirá ensanchándose.
Un dato: Solo cinco potencias del bloque europeo representan el 50% de las subvenciones otorgadas por la Unión Europea.
0 Comentarios